martes, 22 de diciembre de 2015

C.A.T

Supongo que quien me vea, pensará que soy una chica menuda. A penas llego al metro sesenta y por muy fuerte que pise casi nunca hago ruido. Me da miedo prácticamente todo, empezando por lo que desconozco y terminando por lo que mejor conozco. No se me da bien el deporte y no sé dar marcha atrás en mis decisiones. Soy impulsiva y mi madre dice que suelto demasiadas palabrotas en una sola frase. Tengo más días malos que buenos, y más duros que fáciles. Sigo echando de menos a personas que ni se acordarán de mi nombre y no suelo decir que no cuando me piden un favor. Pero también soy demasiado buena siendo mala y casi siempre sé qué decir para hacer daño, aunque no suelo hacerlo. Soy vengativa y protectora con los míos, y sobre todo, muy rencorosa. Odio que me lleven la contraria y se me da fatal asumir que pueden tener una opinión distinta de la mía. Me resulta imposible trabajar en grupo sin liderarlo y nunca, nunca, nunca he podido dejarme llevar. He cometido más errores de los que admito y me equivoco más veces de las que reconozco. Contabilizo los días casi para todo y me acuerdo de casi todas las fechas, importantes o no. Me gustan más los animales que la gente y cambiaría a más de la mitad de las personas que me rodean por poder volver a abrazar a mi gato. Sonrío más de lo que debería y aún así, una vez al día por lo menos, le dicen a mis padres que tienen una hija con muy mal caracter. Y es cierto. Se me da horriblemente mal disimular y pensar antes de hablar, sobre todo en las discusiones. Soy pesada cuando quiero algo y poco paciente con los demás. Soy jodidamente celosa y siempre pienso lo peor de la gente. Aún así, pondría las dos manos en el fuego por Él. Me pongo muy tonta cuando estoy de buen humor y adoro hacer caricias, pero no soporto que me las haga casi nadie y mucho menos en la cara, en el pelo o en los pies. Sobre todo en los pies. Me río muy agudo y tengo muchas cosquillas. Odio el pollo al horno y adoro el sushi, pero si tuviese que comer solo una cosa durante el resto de mi vida, sería la sopa de mi madre. Adoro escribir, el color amarillo, las novelas románticas, las distópicas, las comedias intelecutales, la comida dulce, el olor a nuevo, las sábanas suaves, a mi perra Sole, la fotografía y los programas de preguntas.
Y sobre todo, sobre todas las cosas que me definen,  la que más es que sé, que a pesar de todo esto, no me conozco a mí misma en absoluto. Y me encanta.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Mi suerte

Siempre he sido una persona racional, de las que tienen opiniones sobre todo. Por ejemplo, sobre el llamado "amor de tu vida" tengo la opinión de que es algo que no sabrás hasta que no seas mayor y susodicha vida haya pasado. Aún así, saltándome mis propias ideas, no soy capaz de no pensar una vida contigo. No soy capaz de no imaginarme tiempos duros y tiempos buenos, todos contigo. Seguir creciendo como personas, uno al lado del otro, seguir acompañándonos, seguir queriéndonos cada día. 
De todos modos, haciendo caso a mi parte racional, me limitaré a hablar de lo que sé. Y lo que sé es que hoy es ya veinte de noviembre, que en siete días cumples dieciocho años y que en menos de tres semanas hará cuatro años del día que me cambió la vida. Créeme, no estabas en mis planes, al menos no de la forma que has terminado estando. Siempre fuiste una parte invariable de mi vida, eso que está cuando todo cambia, un lugar donde sentirme como en casa. Pero no pensé que además me harías sentir muchas cosas más. En cuatro años, amor, me has hecho sentir enorme sin llegar a medir un metro sesenta, tanto como para tocar las nubes, como para mirar por encima del hombro a los problemas y saltar cada dificultad que se ponía por delante. Me has hecho sentir fuerte siendo una niña menuda capaz de plantar cara a todos y cada uno de los malos momentos, sólo porque sabía que aunque lo intentase y no lo consiguiese, tú estarías conmigo para luchar a mi lado, rendirte a mi lado, ser derrotado a mi lado. Me has enseñado a quererme, a quererte, a querernos. A quererme a mí aceptando lo que nunca aceptaba y aprendiendo de mis errores. A quererte a ti aprendiendo que el amor crece despacio, que hay que ir poco a poco y que la recompensa es sentir en el pecho algo maravilloso cuando te veo aparecer. A querernos dándome cuenta de que cuando el amor vale la pena, nada puede destruirlo; que nuestro amor tiene marcas, cicatrices, fisuras, golpes, grietas, y que con el tiempo tendrá un millón más, pero aún así es precioso a su manera y algo por lo que merece la pena tener todas las peleas del mundo, porque los momentos buenos siempre ganarán por más que goleada. 
En definitiva, en estos cuatro años he crecido (no te rías, sé que no físicamente) gracias a ti y me gusta pensar que tú también gracias a mí. Somos un tandem perfecto. Por eso, aunque durante toda la vida he dicho que el amor de una vida se conoce al final de la misma, lo que yo veo cuando te miro sé que no puede ser otra cosa.
Te quiero, pase lo que pase, digan lo que digan y cueste lo que cueste. 
Siempre serás mi suerte.
 

domingo, 23 de agosto de 2015

Vuela,

porque la gente va y viene y cuando se va ya nunca vuelve. Todos menos tú. Por eso te lo digo, vuela, corre, vete, sal de aquí cuantas veces quieras; porque sé que dan igual los kilómetros que te separen de la familia y tú, a estas alturas de la vida, no cabe duda de que eres parte de la mía. Y no hablo de títulos políticos ni de lazos de sangre, hablo de permanecia, de estar ahí, de quedarse, de nunca desaparecer del todo. 
Pienso en todo el tiempo que hace que nos conocemos, en lo mucho que hemos cambiado en ese tiempo, y ¿sabes? Me siento muy orgullosa de ti. Esa cabra loca que entró en clase un día con el casco de la moto bajo un brazo y la mochila en el otro; habiendo casi engañado a un colegio entero sin siquiera proponérselo. Y pensé "qué gente más rara hay en este sitio".  Y me calaste enseguida. Es gracioso porque yo por aquella época era taaaan guay que me creía todo un libro cerrado, un misterio por resolver, una incógnita. Y ale, ahí llego Aytor sabiendo más que ninguno de literatura, misterio y matemáticas y me resolvió a mí. Qué lejano queda todo eso, pero qué presente siempre.
Aquello creo que fue lo primero que tuve que agradecerte, convertirte en una constante en un mundo de variables, en alguien que se queda en la vida de una persona donde todos se van. Por supuesto no es, ni de lejos, lo único por lo que hay un sitio especial para ti. También me enseñaste que qué importaba lo que decía la gente, que iban a hablar igual, y que si tú te quedabas con las ganas de ir abrazada a un amigo por lo que pudiesen decir, seguramente lo dirían igual y tú te habrías perdido un abrazo. 
Me enseñaste a ser valiente, a no desistir, aunque sabes que siempre fui de las que tiran la toalla. Tú fuiste un ejemplo para mí de alguien que igual no siempre sabe lo que quiere, pero sabe que siempre hay que ir hacia delante. Y aún así no me dejaste atrás. Gracias.
Y por último debo agradecerte que de forma directa metieses en mi vida a quién hoy le da sentido. Aún recuerdo aquella conversación por teléfono, "ahora vengo, quédate hablando con mi primo que está aquí". En ese momento pensé, ¿qué coño? Y ahora míranos. Parte de todo eso te lo debo a ti, por hacerme de cohartada en mil ocasiones, por darme buenos consejos, por estar ahí para él. 
Gracias por todo lo hecho y por hacer, por todo lo dicho y por decir, por todos los momentos estados y por estar. Gracias por ser parte de mi vida.
Y porque te debo más de lo que jamás sabrán, te digo que vueles, que te arriesgues, porque si alguien se lo merece eres tú. Y que ojalá todo salga bien, pero si no es así, sabes que siempre, siempre, siempre podrás volver, y que este siempre, siempre, siempre será tu sitio y yo siempre, siempre, siempre seré tu hermana.


sábado, 15 de agosto de 2015

Cicatrices.

Alguien hace tiempo me dijo que las cicatrices hacen a la gente bella, que la hacen diferente, única. Yo me pasé años ocultando mis propias cicatrices, las reales y las figuradas, porque no creí a aquella persona. Pero luego me di cuenta de que la ropa sienta mucho mejor cuando se te ven las cicatrices, que las historias que vienen unidas a ellas dan para muchas cervezas con amigos contando anécdotas, y que sí, efectivamente, me hacen única.
No podría relatar todas mis cicatrices y tampoco quiero, hay algunas de las que aún no he aprendido a sentirme orgullosa, pero hay otras que sí. Para empezar, tengo una A de color rojo escarlata pegada al pecho que me hizo entender que aunque la gente dice que en el amor y la guerra todo vale, sólo es una excusa para luego juzgarte y marcarte como se marca a los animales en las granjas. También tengo una cicatriz con la forma de Australia muy cerca del alma, que me recuerda cada vez que me asomo a verla que es muy fácil soñar y que también es dulce hacerlo con quien crees que estará ahí cuando cumplas tus sueños, pero que la vida suele tener otros planes para ti y es muy difícil que los caminos no se separen. Otra de mis cicatrices es la carretera que une mi ciudad con mi hogar, y me recorre de punta a punta; con ella veo lo lejos que puede estar la gente que te importa y lo jodido que es cada centímetro, cada milímetro que te separa de tu familia. Mi siguiente cicatriz parece escrita con un bisturí formando una palabra en hawaiano que dicen, significa familia, y me avisa los días que va a llover; me recuerda que cuando se es demasiado cobarde como para dar explicaciones por miedo al rechazo, sólo se puede perder. 
Aunque las heridas que dejaron esas cicatrices dolieron como demonios, son mis cicatrices, y me gustan. Edward Manostijeras enamoró a Kim aunque estuviese cubierto de cicatrices ¿no? Yo tengo a mi versión de Kim, un hombre que ama mis cicatrices como yo le amo a él. Eso me ayudó a darme cuenta de que no puedo pasarme toda la vida ocultando mis heridas porque es inútil y sobre todo, porque sin ellas no sería yo.

sábado, 1 de agosto de 2015

Dream.

Hoy me he preguntado a mí misma por qué quiero ser escritora. Cuando llegas a cierta edad tienes que hacerte estas preguntas y sobre todo, darte a ti mismo unas respuestas. No puedes decir "quiero ser estrella del rock porque sería genial", ni "quiero ser veterinario porque me gustan los gatitos". En mi opinión, cuando dices lo que quieres ser, a qué te quieres dedicar, tiene que ser siempre algo que te llene por dentro.
A mí escribir me llena por dentro. Escribo desde que tengo uso de razón y siempre ha tenido el mismo efecto en mí. Escribiendo puedo hacer lo que yo quiera, puedo ser quién yo quiera, puedo crear a quién yo quiera. Escribo para mí y algún día espero escribir para alguien. Mi infancia empezó y terminó con J.K. Rowling,  entré en la adolescencia con Stephenie Meyer y me inspiré con Suzanne Collins, Veronica Roth, Cassandra Clare... La ciencia ficción fue siempre lo mío. Así puedo hacer lo que el mundo y la realidad no me dejan. Si quiero volar, vuelo; si quiero correr, corro; si quiero desaparecer, desaparezco. Y todo eso sin levantar la vista de mi ordenador, sin moverme de mi cama. Es la mejor sensación que jamás he experimentado. Es desesperante, es excitante, es perturbador, es intenso, es frustrante... es maravilloso.
Y pensar que algún día alguien pueda estar como he estado yo con las novelas de estas grandes mujeres, despierta hasta las tantas, con el corazón latiendo tan rápido como las alas de un colibrí, llorando sobre las paginas de un libro, quedándome sencillamente vacía cuando pasas la última página; y todo eso con algo que haya escrito yo... Sé que sólo entonces mi vida habrá llegado a su plenitud. 
No me engaño, sé que es difícil, practicamente imposible. La industria de la literatura está en la misma decadencia que el resto de las artes. Y yo no soy un genio, me estanco en el mismo proceso una y otra vez: empezar con dos líneas, y terminar ahí. O no. Quizá diez, veinte en el mejor de los casos. Y desecharlo todas las veces. Tengo carpetas en el ordenador, libretas, folios enteros llenos de intentos que nunca prosperaron. Hasta que un día -o casi siempre una noche -, algo se enciende y todo empieza a fluir. Oh, musas, qué caprichosas sois. Esas son las noches en las que mi madre se asoma y me pregunta que por qué estoy despierta al amanecer y yo le digo que no he dormido. Pero un sueño tiene eso, que muchas veces es jodido, difícil. El mío lo es. Pero es mío, es mi sueño, y tengo toda una vida para conseguirlo.

martes, 28 de julio de 2015

Medicina sentimental.

Hay cosas, como tatuajes de juventud, que nunca se borran.
Es cierto que la pena al final desaparece, que las cosas no son tan eternas como crees y que tarde o temprano las heridas sanan. Pero también sé después de dieciocho años viendo videos de operaciones y libros de medicina en casa, que no todas las heridas sanan igual, y que a veces, las cicatrices que dejan son una viva imagen de lo que un día dolió.
Por suerte no todas son así y como dice siempre mi padre, si te curan bien las heridas no suelen dejar una marca demasiado evidente.
Pero algunas veces... el impacto es demasiado fuerte, el corte demasiado profundo, el daño demasiado grave. A veces te niegas tanto a ver la herida que cuando quieres darte cuenta no puedes salvarte. Y quedan feas cicatrices que formarán parte de ti. Serán esa historia que estás aburrido de contar como cuando ven una marca en tu piel y dicen "Ey, ¿cómo te hiciste eso?" y tú sólo sueltas el mismo discurso que llevas dando toda la vida antes de encogerte de hombros y hacer ese gesto tan típico de pasarte la mano por encima de la cicatriz. Serán eso de lo que no te sientes orgulloso ni avergonzado, porque tampoco serviría para nada, no puedes cambiarlo. Esa peculiaridad tuya que hace que quizá, seas soñador de más, o escéptico de menos, más enamoradizo, o más familiar. El problema es que para que esas cosas sean las que verdaderamente marcan un antes y un después, suelen tener como premisa ser dolorosas. Una trágica historia de pasión adolescente, una traición de un buen amigo, un fracaso, un golpe de mala suerte. 
En mi caso, la mayoría de veces que algo, o alguien, me ha hecho daño, ha sido porque tengo esa estúpida manía de darlo todo por lo que me importa. Soy de las que se da cabezazos contra los muros para derribarlos si piensa que la recompensa valdrá la pena aunque me gane algunas brechas, la que levanta el puño ante cualquier injusticia por muy irremediable que sea terminando con los nudillos pelados y la voz tomada, la que se queda la última cuando todo el mundo se ha ido y acaba hablando con el eco de quienes ya le han abandonado aunque termine enloqueciendo. Soy así, una romántica empedernida, fiel creyente de la libertad y de la vida. Una idiota intensa, vaya.  
Pero las cicatrices son tan valiosas como los buenos recuerdos. Todos le debemos al menos la mitad de lo que somos a las cosas malas que nos han pasado, y en mi caso, incluso más de la mitad. Por eso, creo que lo más lógico es aprovechar el dolor, sentirlo, experimentarlo, aprender de él las mil veces que vas a tenerlo antes de conseguir evitarlo, porque cuanto más tardes en hacerlo, más veces te pasará. Y ya sabes cómo duele. 
No sé, quizá esto sea el consejo de una adicta a los aprendizajes por la vía del dolor, la recomendación de una terrorista emocional pero creo firmemente en lo que digo. Y si es así es porque si algo me gusta de ser así es poder mirarme las cicatrices, recordar quién o qué me las produjo y simplemente reír, reír a carcajadas y pensar Qué tonta fui, y acontinuación Pero valió la pena intentarlo. Porque, sí, es cierto, siempre, siempre, siempre vale la pena intentarlo.

sábado, 25 de julio de 2015

Hoy gana la lluvia.

Ya no sé si soy Norte o Sur, si voy o vengo; hoy voy un poco más perdida si es que eso es posible. Hace meses que no soy capaz de escribir dos líneas seguidas aquí porque cada vez que lo intentaba sentía que lo que escribía no era suficientemente sincero, no era suficientemente importante. Hasta hoy. Sé que no es un día especial, no es más que la madrugada de un veinticinco de Julio cualquiera, pero sí bien hoy no tiene nada de importante, lo que vengo a decir, a decirte, sí:
No me arrepiento de mis decisiones, de las cosas que he dejado atrás para poder seguir mi camino, tampoco me arrepiento del lugar al que esas decisiones me han traído por muy difícil que me resulte, pero sí me arrepiento de haber dejado atrás a alguien que sé que ya nunca podré volver a tener en mi vida.
Fui una cobarde con quién siempre fue valiente por mí, con quien siempre me dijo "Tú puedes", sólo por no ponerme delante de ti y decirte que no tenías razón, que no podía, que no pude. Perdí a quien estuvo conmigo en cada paso que daba, para empujarme cuando creía que no podía, para darme la mano y decirme "Juntas podremos". Y por mi culpa ya no estás, o no estoy yo, que para el caso... Supongo que la naturaleza de uno mismo es más fuerte que cualquier otra cosa y esta es la mía, la de salir corriendo, la de fingir que no me importa, la de no mirar atrás. Y eso hice, me fui sin darte una sola explicación, sin despedirme, sin disculparme, simplemente me fui. Pero no puedo evitar pensar en ti en noches como esta, noches en las que el miedo agarra a mi alma de la mano y la lluvia es más fuerte que yo, por muy despejado que esté el cielo. 
Pero es que no pude mirarte a la cara y soportar que me mirases como me miro yo al espejo, con decepción, con desaprobación, como a un simple fracaso. Tú creíste en mí. Tú eras mi ejemplo de constancia y fortaleza, mi modelo a seguir, mi guía. Y yo no estuve a tu altura. 
Así que, en definitiva, vengo a pedirte disculpas de una manera igual de cobarde: sin dirigirme directamente a ti y sin ser capaz de mirarte a la cara. Lo siento, siento no haber sido quien tú creías que era, siento haberte dejado atrás, siento no haberte dado la explicación que merecías, siento no haber cumplido mis promesas. Lo único que me consuela es saber que estarás bien sin mí, que te has convertido en la persona que sabía que serías, fuerte y capaz de todo. Estoy muy, muy orgullosa de ti y de haber formado parte de tu vida.
Está claro que la vida a veces es demasiado pera...

viernes, 13 de marzo de 2015

¿Y si volvemos a empezar, qué tal?

Y entonces sucede. Todo acaba y empieza de nuevo. Empiezas a tener horas huecas que antes llenabas con algo que ya no tienes. Y duele. Empiezas a tener sensación de caer al vacío porque ya no te sostienen. Y qué vértigo. Empieza a costarte respirar porque el aire ya no huele como antes. Y qué soso parece el mundo. 
Y llega la pena. Se te agarra al corazón con sus púas de nostalgia, haciéndote pensar que nada ni nadie será capaz de arracártela. Tu memoria te juega una mala pasada y todo está vivo, como si estuviese pasando en ese instante. Cada rincón, cada calle. Y como dijo aquella canción, "el dolor al final uno lo acurruca". Ahora sólo estás tú y tu dolor, y tu pena, y con tu nostalgia formáis un cuarteto indestructible. Ellos porque son duros como piedras, y tú porque ya estás rota. 
Pero un día, sin previo aviso y sin pensar, quizá un martes trece, un catorce de febrero, un día de reyes, o un Lunes cualquiera, te das cuenta de que los recuerdos se están marchitando. Como esa flor que dejas de ver durante días y que guardas en tu mente viva y roja hasta que vuelves a encontrártela y sólo ves un mustio tallo. Y ya no te cuesta tanto andar, porque la nostaliga ya se ha ido, ya no quieres volver al pasado; ya no sientes pena porque ahora estás mejor; y ya no duele, ya te has curado. Y sin darte cuenta has pasado página. Lo que creías que sería siempre parte de ti como ese estúpido tatuaje que te hiciste con quince años sin permiso, se ha ido. Sigue presente, porque eres quien eres y eres como eres porque aquel día dijiste "adiós", o te lo dijeron a ti, y tomaste otro camino. Pero ya no duele, ya has olvidado, ya has pasado página, y ya no duele, ya no sientes vértigo, el mundo ya no parece tan soso.
Y piensas, ¿y si volvemos a empezar, qué tal?. Y te ríes. Te ríes de ti misma, y qué sano.

domingo, 1 de marzo de 2015

Hoy te escribo desde el silencio del inmenso vacío que yo siento sin ti.

Hace tiempo, cuando abría este pequeño rincón las palabras salían solas, aunque no tuviese claro de qué iba a escribir. Hoy lo he intentado de nuevo y lo primero que he pensado, antes que cualquier otra cosa importante en mi vida, ha sido en ti. Supongo que eso te convierte en lo que más me afecta ahora mismo, o al menos eso eran las cosas que dejaba plasmadas aquí. Pero las cosas cambian, y que me lo digan a mí... Ni siquiera sé si vengo a pedirte perdón, a quejarme, a insultarte... porque no sé cómo canalizar todo lo que me está pasando.
Sé que desde hace años, soy algo problemática para ti, por todo aquello de crecer sin ser mayor, de querer independencia necesitando protección, de no soportar una crítica y de siempre querer saber más. Me gustaría que me vieses ahora, que realmente me mirases a mí ahora porque creo que te sentirías orgulloso de mí si pudieses ver en quién me he convertido sin todos esos filtros que tienes de que sigo siendo aquella niña. Pero sé que eso no va a pasar...
En cambio yo ya me sentía orgullosa de ti entonces, eras mi referente aunque claro, jamás lo habría admitido. Nobleza, principios, claridad en los pensamientos, fuerza, constancia, superación... todo eso que tú tenías y yo quería. Quería ser como tú. Pero ya no quiero. No quiero porque ya no veo a la misma persona cuando te miro. Veo a alguien egoísta, a alguien conformista, alguien que no escucha cuando le dan un consejo porque parece que sólo existe su punto de vista, veo a alguien que ha dejado atrás cosas increíbles sólo porque mantenerlas costaba un esfuerzo. Y yo no quiero ser así...
Podría enfadarme contigo y por momentos creo que lo estoy. Dios, me gustaría de vez en cuando gritarte que reacciones, que qué estás haciendo con tu vida, pero sé que sería inútil. Y después del enfado sólo me queda la pena, la añoranza, el pensamiento de que si hubiese sabido a tiempo todo lo que pensabas, si me hubieses dicho desde un principio que las cosas iban mal, quizá ahora no nos separaría esta distancia insalvable que ni tú ni yo queremos intentar eliminar. Me he castigado tanto con este tema que me he llegado a echar la culpa de todo lo malo que puede pasarte, de que las cosas están así y he estado a punto de prescindir de todo con tal de que fuese para ti. Lo habría hecho, pero ¿sabes? me pararon. Y por una vez, por primera vez en toda esta historia, me sentí valiosa, sentí que formaba parte de esto. Y me permití ser un poco egoísta y dejar, a medias culpas, que mi entorno se adaptase a nosotros, que tuviesen que cargar ellos con una carga nuestra que, sinceramente, aún creo que podría haberse evitado hace meses. Pero ya no, esa conversación ya no va a tener lugar, no al menos hasta que sienta que vuelvo a saber quién eres. Porque después de dos meses así, después de mil horas pensando en qué podría hacer para solucionar todo esto, después de pensar que te estaba quitando tu sitio me di cuenta de que no estaba ocupando el lugar de nadie, estaba ocupando un lugar vacío.
Sólo me queda pedirte perdón, perdón por todo el daño que te he causado, perdón por llegar a ser eso que te hace infeliz, perdón, tan sólo, por no haber visto que era un horrible problema para ti. Espero que algún día puedas perdonarme, que algún día vuelvas a ser quien fuiste, que algún día, vuelvas a ser parte de mi vida.

viernes, 9 de enero de 2015

"Next time I´ll be braver."

¿Sabéis qué? Que se acabó. Estoy harta, cansada de sentirme así. No quiero seguir sintiéndome pequeña, vulnerable, dócil, ingenua, inocente; porque no lo soy. He sufrido carros y carretas para estar donde estoy, y llevo dieciocho años soñando con este momento, Mi momento.
Hubo un tiempo en el que no temía a los muros, ni a darme contra ellos de cabeza, era rápida, valiente, quizá incluso algo inconsciente. Creí que crecer era dejar de serlo, y convertirse en alguien sensato, maduro... y por el intento me quedé en alguien como soy ahora: incapaz, miedosa, dependiente. Y yo no soy así. Hoy destapo de nuevo la alegría y desenvaino la fuerza. Voy a gritar más alto, voy a pisar con más ganas, voy a dejar mi huella más marcada. No he pasado por todo lo que he pasado para que cuando por fin llego a mi destino, sienta que todo me queda grande. No es así, yo soy más grande, yo soy más fuerte, yo soy capaz. Ya lo veréis, ya lo veré yo misma. 
Las cosas no son fáciles, ¡nos ha jodido!, ¿y cuándo lo son? Si siempre tiro por el camino del centro, por donde hay más baches. Pero Dios sabe lo dulce que es la recompensa luego. Y esta va a ser la más dulce de todas porque el camino es el más escarpado. Está lleno de madrugones, de distancia, de novedades, de retos y de decisiones que solo yo puedo tomar. Pero el resultado,,, el resultado es tan soñado... Quizá no inmediato, pero sí algún día. Escuchar mi propia voz en la radio, leer mis propias palabras impregnadas del olor de la prensa, ver mis  historias encuadernadas en las bibliotecas. Es difícil, lo sé, y muy pocos llegan, lo sé. Pero hace tiempo alguien me dijo que si sólo hay una plaza en el sueño, que si sólo una persona puede cumplirlo, esa iba a ser yo. Pero no por talento, ni por suerte, si no por esfuerzo, esfuerzo y esfuerzo. Nunca he sabido ni he querido saber qué me depara el futuro, pero si algo tengo claro, si algo tengo entre ceja y ceja, es que algún día, lo que hoy es un pequeño blog, historias sin acabar en un ordenador y demasiados pájaros en la cabeza, mañana serán mi billete sólo de ida a mi meta. 
Porque me prometí que lo conseguiría, que la próxima vez sería más valiente. Y no pienso fallar.