domingo, 8 de mayo de 2016

Sueños de negro sobre blanco.

Hoy vengo a contar una historia. Una historia sobre una historia, realmente.
En Julio del año pasado terminó el curso más horrible de mi vida. Si alguna vez os han dicho que meteros en una carrera que no os gusta es un error, se han quedado cortos. Es una catástrofe. Aún se me pone un nudo en el estómago cuando recuerdo esos días. Y como era de esperar, el final fue también bastante horrible. Pero terminó y cuando lo hizo, tomé una decisión: durante ese mes y medio que tendría libre antes de poder cambiar de carrera, me dedicaría a mimarme. Y con eso no quiero decir que saliese hasta las tantas, o que me pasase horas tomando el Sol o de fiesta. Simplemente me prometí que haría solo lo que me apeteciese.
Entonces una idea se cruzó en mi mente. Eso no es extraño, hasta la fecha habré empezado cerca de cien historias que terminan en unos escuetos archivos de texto o que ni siquiera llegan a eso y se quedan en mi cabeza hasta que lo olvido. Pero esta vez tenía tiempo, ganas e inspiración. Un conjunto que terminó por crear lo que hasta la fecha me hace sentir más orgullosa. Tanto que me estuve quedando día sí y día también delante de mi ordenador hasta las cuatro de la mañana todo el Verano. Tanto que en Septiembre llegué a escribir el final. Sí, el final. Para la enorme mayoría esto no significa nada, pero si hay algún escritor leyendo esto sabrá tan bien como yo que es un logro. Por supuesto no estaba terminado, pero sí tenía un final. Lo imprimí sólo para verlo siendo real, siendo más que un documento virtual. También lo maqueté para saber cuanto ocuparía más o menos, usando un libro que tenía por casa como modelo. Esto para un escritor es más o menos como imaginar la cara de tu hijo. El mío, no os asustéis, pero se llama "La maldición de la heredera". Y me siento muy orgullosa de él. 
Ahora mismo creo que ya lo he acabado. Creo. Aún tiene que pasar el examen maternal (mi madre corrige todo lo que escribo desde siempre) y luego, quién sabe. Seguramente no llegue a nada. Seguramente nunca salga de mi intimidad. Pero sólo el hecho de que exista ya me hace sentir orgullosa, y tremendamente realizada. Pero no voy a negar que imaginar que algún día alguien se emocione leyéndolo como yo me emocioné antes con otros escritores, me hace sonreír.
¿Y por qué no? Soñar es gratis. Y escribir, por suerte, también.