viernes, 13 de marzo de 2015

¿Y si volvemos a empezar, qué tal?

Y entonces sucede. Todo acaba y empieza de nuevo. Empiezas a tener horas huecas que antes llenabas con algo que ya no tienes. Y duele. Empiezas a tener sensación de caer al vacío porque ya no te sostienen. Y qué vértigo. Empieza a costarte respirar porque el aire ya no huele como antes. Y qué soso parece el mundo. 
Y llega la pena. Se te agarra al corazón con sus púas de nostalgia, haciéndote pensar que nada ni nadie será capaz de arracártela. Tu memoria te juega una mala pasada y todo está vivo, como si estuviese pasando en ese instante. Cada rincón, cada calle. Y como dijo aquella canción, "el dolor al final uno lo acurruca". Ahora sólo estás tú y tu dolor, y tu pena, y con tu nostalgia formáis un cuarteto indestructible. Ellos porque son duros como piedras, y tú porque ya estás rota. 
Pero un día, sin previo aviso y sin pensar, quizá un martes trece, un catorce de febrero, un día de reyes, o un Lunes cualquiera, te das cuenta de que los recuerdos se están marchitando. Como esa flor que dejas de ver durante días y que guardas en tu mente viva y roja hasta que vuelves a encontrártela y sólo ves un mustio tallo. Y ya no te cuesta tanto andar, porque la nostaliga ya se ha ido, ya no quieres volver al pasado; ya no sientes pena porque ahora estás mejor; y ya no duele, ya te has curado. Y sin darte cuenta has pasado página. Lo que creías que sería siempre parte de ti como ese estúpido tatuaje que te hiciste con quince años sin permiso, se ha ido. Sigue presente, porque eres quien eres y eres como eres porque aquel día dijiste "adiós", o te lo dijeron a ti, y tomaste otro camino. Pero ya no duele, ya has olvidado, ya has pasado página, y ya no duele, ya no sientes vértigo, el mundo ya no parece tan soso.
Y piensas, ¿y si volvemos a empezar, qué tal?. Y te ríes. Te ríes de ti misma, y qué sano.

domingo, 1 de marzo de 2015

Hoy te escribo desde el silencio del inmenso vacío que yo siento sin ti.

Hace tiempo, cuando abría este pequeño rincón las palabras salían solas, aunque no tuviese claro de qué iba a escribir. Hoy lo he intentado de nuevo y lo primero que he pensado, antes que cualquier otra cosa importante en mi vida, ha sido en ti. Supongo que eso te convierte en lo que más me afecta ahora mismo, o al menos eso eran las cosas que dejaba plasmadas aquí. Pero las cosas cambian, y que me lo digan a mí... Ni siquiera sé si vengo a pedirte perdón, a quejarme, a insultarte... porque no sé cómo canalizar todo lo que me está pasando.
Sé que desde hace años, soy algo problemática para ti, por todo aquello de crecer sin ser mayor, de querer independencia necesitando protección, de no soportar una crítica y de siempre querer saber más. Me gustaría que me vieses ahora, que realmente me mirases a mí ahora porque creo que te sentirías orgulloso de mí si pudieses ver en quién me he convertido sin todos esos filtros que tienes de que sigo siendo aquella niña. Pero sé que eso no va a pasar...
En cambio yo ya me sentía orgullosa de ti entonces, eras mi referente aunque claro, jamás lo habría admitido. Nobleza, principios, claridad en los pensamientos, fuerza, constancia, superación... todo eso que tú tenías y yo quería. Quería ser como tú. Pero ya no quiero. No quiero porque ya no veo a la misma persona cuando te miro. Veo a alguien egoísta, a alguien conformista, alguien que no escucha cuando le dan un consejo porque parece que sólo existe su punto de vista, veo a alguien que ha dejado atrás cosas increíbles sólo porque mantenerlas costaba un esfuerzo. Y yo no quiero ser así...
Podría enfadarme contigo y por momentos creo que lo estoy. Dios, me gustaría de vez en cuando gritarte que reacciones, que qué estás haciendo con tu vida, pero sé que sería inútil. Y después del enfado sólo me queda la pena, la añoranza, el pensamiento de que si hubiese sabido a tiempo todo lo que pensabas, si me hubieses dicho desde un principio que las cosas iban mal, quizá ahora no nos separaría esta distancia insalvable que ni tú ni yo queremos intentar eliminar. Me he castigado tanto con este tema que me he llegado a echar la culpa de todo lo malo que puede pasarte, de que las cosas están así y he estado a punto de prescindir de todo con tal de que fuese para ti. Lo habría hecho, pero ¿sabes? me pararon. Y por una vez, por primera vez en toda esta historia, me sentí valiosa, sentí que formaba parte de esto. Y me permití ser un poco egoísta y dejar, a medias culpas, que mi entorno se adaptase a nosotros, que tuviesen que cargar ellos con una carga nuestra que, sinceramente, aún creo que podría haberse evitado hace meses. Pero ya no, esa conversación ya no va a tener lugar, no al menos hasta que sienta que vuelvo a saber quién eres. Porque después de dos meses así, después de mil horas pensando en qué podría hacer para solucionar todo esto, después de pensar que te estaba quitando tu sitio me di cuenta de que no estaba ocupando el lugar de nadie, estaba ocupando un lugar vacío.
Sólo me queda pedirte perdón, perdón por todo el daño que te he causado, perdón por llegar a ser eso que te hace infeliz, perdón, tan sólo, por no haber visto que era un horrible problema para ti. Espero que algún día puedas perdonarme, que algún día vuelvas a ser quien fuiste, que algún día, vuelvas a ser parte de mi vida.