martes, 22 de diciembre de 2015

C.A.T

Supongo que quien me vea, pensará que soy una chica menuda. A penas llego al metro sesenta y por muy fuerte que pise casi nunca hago ruido. Me da miedo prácticamente todo, empezando por lo que desconozco y terminando por lo que mejor conozco. No se me da bien el deporte y no sé dar marcha atrás en mis decisiones. Soy impulsiva y mi madre dice que suelto demasiadas palabrotas en una sola frase. Tengo más días malos que buenos, y más duros que fáciles. Sigo echando de menos a personas que ni se acordarán de mi nombre y no suelo decir que no cuando me piden un favor. Pero también soy demasiado buena siendo mala y casi siempre sé qué decir para hacer daño, aunque no suelo hacerlo. Soy vengativa y protectora con los míos, y sobre todo, muy rencorosa. Odio que me lleven la contraria y se me da fatal asumir que pueden tener una opinión distinta de la mía. Me resulta imposible trabajar en grupo sin liderarlo y nunca, nunca, nunca he podido dejarme llevar. He cometido más errores de los que admito y me equivoco más veces de las que reconozco. Contabilizo los días casi para todo y me acuerdo de casi todas las fechas, importantes o no. Me gustan más los animales que la gente y cambiaría a más de la mitad de las personas que me rodean por poder volver a abrazar a mi gato. Sonrío más de lo que debería y aún así, una vez al día por lo menos, le dicen a mis padres que tienen una hija con muy mal caracter. Y es cierto. Se me da horriblemente mal disimular y pensar antes de hablar, sobre todo en las discusiones. Soy pesada cuando quiero algo y poco paciente con los demás. Soy jodidamente celosa y siempre pienso lo peor de la gente. Aún así, pondría las dos manos en el fuego por Él. Me pongo muy tonta cuando estoy de buen humor y adoro hacer caricias, pero no soporto que me las haga casi nadie y mucho menos en la cara, en el pelo o en los pies. Sobre todo en los pies. Me río muy agudo y tengo muchas cosquillas. Odio el pollo al horno y adoro el sushi, pero si tuviese que comer solo una cosa durante el resto de mi vida, sería la sopa de mi madre. Adoro escribir, el color amarillo, las novelas románticas, las distópicas, las comedias intelecutales, la comida dulce, el olor a nuevo, las sábanas suaves, a mi perra Sole, la fotografía y los programas de preguntas.
Y sobre todo, sobre todas las cosas que me definen,  la que más es que sé, que a pesar de todo esto, no me conozco a mí misma en absoluto. Y me encanta.