sábado, 1 de agosto de 2015

Dream.

Hoy me he preguntado a mí misma por qué quiero ser escritora. Cuando llegas a cierta edad tienes que hacerte estas preguntas y sobre todo, darte a ti mismo unas respuestas. No puedes decir "quiero ser estrella del rock porque sería genial", ni "quiero ser veterinario porque me gustan los gatitos". En mi opinión, cuando dices lo que quieres ser, a qué te quieres dedicar, tiene que ser siempre algo que te llene por dentro.
A mí escribir me llena por dentro. Escribo desde que tengo uso de razón y siempre ha tenido el mismo efecto en mí. Escribiendo puedo hacer lo que yo quiera, puedo ser quién yo quiera, puedo crear a quién yo quiera. Escribo para mí y algún día espero escribir para alguien. Mi infancia empezó y terminó con J.K. Rowling,  entré en la adolescencia con Stephenie Meyer y me inspiré con Suzanne Collins, Veronica Roth, Cassandra Clare... La ciencia ficción fue siempre lo mío. Así puedo hacer lo que el mundo y la realidad no me dejan. Si quiero volar, vuelo; si quiero correr, corro; si quiero desaparecer, desaparezco. Y todo eso sin levantar la vista de mi ordenador, sin moverme de mi cama. Es la mejor sensación que jamás he experimentado. Es desesperante, es excitante, es perturbador, es intenso, es frustrante... es maravilloso.
Y pensar que algún día alguien pueda estar como he estado yo con las novelas de estas grandes mujeres, despierta hasta las tantas, con el corazón latiendo tan rápido como las alas de un colibrí, llorando sobre las paginas de un libro, quedándome sencillamente vacía cuando pasas la última página; y todo eso con algo que haya escrito yo... Sé que sólo entonces mi vida habrá llegado a su plenitud. 
No me engaño, sé que es difícil, practicamente imposible. La industria de la literatura está en la misma decadencia que el resto de las artes. Y yo no soy un genio, me estanco en el mismo proceso una y otra vez: empezar con dos líneas, y terminar ahí. O no. Quizá diez, veinte en el mejor de los casos. Y desecharlo todas las veces. Tengo carpetas en el ordenador, libretas, folios enteros llenos de intentos que nunca prosperaron. Hasta que un día -o casi siempre una noche -, algo se enciende y todo empieza a fluir. Oh, musas, qué caprichosas sois. Esas son las noches en las que mi madre se asoma y me pregunta que por qué estoy despierta al amanecer y yo le digo que no he dormido. Pero un sueño tiene eso, que muchas veces es jodido, difícil. El mío lo es. Pero es mío, es mi sueño, y tengo toda una vida para conseguirlo.

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