sábado, 25 de julio de 2015

Hoy gana la lluvia.

Ya no sé si soy Norte o Sur, si voy o vengo; hoy voy un poco más perdida si es que eso es posible. Hace meses que no soy capaz de escribir dos líneas seguidas aquí porque cada vez que lo intentaba sentía que lo que escribía no era suficientemente sincero, no era suficientemente importante. Hasta hoy. Sé que no es un día especial, no es más que la madrugada de un veinticinco de Julio cualquiera, pero sí bien hoy no tiene nada de importante, lo que vengo a decir, a decirte, sí:
No me arrepiento de mis decisiones, de las cosas que he dejado atrás para poder seguir mi camino, tampoco me arrepiento del lugar al que esas decisiones me han traído por muy difícil que me resulte, pero sí me arrepiento de haber dejado atrás a alguien que sé que ya nunca podré volver a tener en mi vida.
Fui una cobarde con quién siempre fue valiente por mí, con quien siempre me dijo "Tú puedes", sólo por no ponerme delante de ti y decirte que no tenías razón, que no podía, que no pude. Perdí a quien estuvo conmigo en cada paso que daba, para empujarme cuando creía que no podía, para darme la mano y decirme "Juntas podremos". Y por mi culpa ya no estás, o no estoy yo, que para el caso... Supongo que la naturaleza de uno mismo es más fuerte que cualquier otra cosa y esta es la mía, la de salir corriendo, la de fingir que no me importa, la de no mirar atrás. Y eso hice, me fui sin darte una sola explicación, sin despedirme, sin disculparme, simplemente me fui. Pero no puedo evitar pensar en ti en noches como esta, noches en las que el miedo agarra a mi alma de la mano y la lluvia es más fuerte que yo, por muy despejado que esté el cielo. 
Pero es que no pude mirarte a la cara y soportar que me mirases como me miro yo al espejo, con decepción, con desaprobación, como a un simple fracaso. Tú creíste en mí. Tú eras mi ejemplo de constancia y fortaleza, mi modelo a seguir, mi guía. Y yo no estuve a tu altura. 
Así que, en definitiva, vengo a pedirte disculpas de una manera igual de cobarde: sin dirigirme directamente a ti y sin ser capaz de mirarte a la cara. Lo siento, siento no haber sido quien tú creías que era, siento haberte dejado atrás, siento no haberte dado la explicación que merecías, siento no haber cumplido mis promesas. Lo único que me consuela es saber que estarás bien sin mí, que te has convertido en la persona que sabía que serías, fuerte y capaz de todo. Estoy muy, muy orgullosa de ti y de haber formado parte de tu vida.
Está claro que la vida a veces es demasiado pera...

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